martes, 31 de agosto de 2010

De amor, palabrerías, silencio y cicatrices.

Mientras tu voz asciende una escala, dices que piensas en mí cuando despiertas... Tú dices muchas cosas... miras la yerba y preguntas que qué es para mí el amor, aprietas los labios.
Yo no miro nada… y no digo nada. Sé que ni te imaginas que duermo pensando en ti, que para mí el amor es una suerte de primeridad no cuestionable que sólo está ahí; como el Dolor y como el Llanto, que me cuesta decir -que- , pero me gusta el –por qué-:
¿Por qué Amor?, porque nada me gusta más que tus besos trémulos cuando me asfixian con el vaho de tabaco, porque no hay nada como tu olor a naturaleza herida por el sol y el tiempo… porque de mis ojos no brotaban tantas lágrimas como con las que ahora te ataco, porque somos dos que se han cortado piel y cabellos para no estallar en llanto junto a la soledad, pero juntos sí contemplaron la sal en sus ojos y aunque no la bebieron se quedaron con las ganas…

Y ahora, mi mano en tu pecho. Tu mirada en mí. Tu voz ya suena en pianissimo, –¿Qué pasa...?, tu silencio... –dices-
El silencio indica que adoro tus dañados ojos, que me gusta tenerte cerca sin arruinar momentos con palabrerías, el silencio indica que amo besarte cuando estás aquí -porque- he de confesar que te beso en tu ausencia, que te abrazo, te muerdo y hasta te hago el amor cuando espacio y tiempo te convierten en el intangible recuerdo de tu nombre, de cada una de sus letras... u, r, i, e, l... evocación que me incita a comer de tu piel, a beber más de tu sangre, a pensar que momentos como en el que tuve tu deliciosa carne viva entre mis dientes fuera parte del insano legado y pacto de lo que seremos y somos.
-Cuanto sea necesario -. Así las heridas y sus cicatrices nos coman la vida o el viento nos arrebate la esencia misma. Cuanto sea necesario será.

viernes, 13 de agosto de 2010

La electricidad como conductor de semiosis pandilleril


Y esque sí, dan ñañaras tener que caminar por estas calles todas las noches, sobre todo si se es una pequeña pelirroja con gesticulaciones de inconformidad ante la vida misma, color de piel, facciones, vestimenta e indumentaria que no presisamente denotan la camaradería que buscan los "dueños de la calle".

Me encantaría ser una entuciasta de la teoría creacionista que confiara su vida y seguridad a las fuerzas divinas, porque me desagrada llevar gas pimienta en la mano después de haber hecho entrenamiento atlético de dos horas, pero eso de la espiritualidad religiosa no es lo mío. Por fortuna mi padre y mi chico se han tomado la molestia de llevarme y pasar por mi respectivamente, pero no desaparece el mal sabor de boca cuando pienso en que quizá algún amigo o amiga pase por calles así... cuando pienso que esos zapatos deberían seguir caminando, no deberían estar ahí.