sábado, 30 de julio de 2011

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Bob Dylan canta. Me duele el pie derecho. Otra vez me siento como un personaje de Beckett.
No me muevo. Ver las pinturas de Renoir me deprime... es fácil culpar a Renoir. Siempre he sido un desastre, pero esta es la peor de mis etapas, mi cuarto apesta y está repleto de cosas.

En el suelo, llena de polvo, está una maleta grande, hace un mes estaba lista para irse lejos y no volver. Inevitablemente, el contenido ya está regado por todos lados. Es ahora que me llega aquella sensación de cuando los proyectos se truncan de nuevo, de saber que estoy envuelta en un constante fracaso. "Fracaso", sí, es una palabra muy fuerte, y es la única que encuentro, la que describe el sentimiento de saber que uno se derrumba por nada... Después levantarse de la situación a la que nos aventamos nosotros mismos se vuelve tan cotidiano que nos olvidamos de lo absurdos que nos vemos, de que no todos quieren escuchar ciertas cosas y comenzar a mirarnos como mártires.

"Eres muy fuerte", -me lo dicen tan seguido- y no lo creo así, si supieran qué absurdas son las cosas que me derrumban... siento que los engaño, que soy un fraude proyectando esa imagen... -fraude- otra palabra tan difícil.

Cambia el sabor de la saliva y me pregunto; ¿qué es esto?, ¿será vergüenza?, de dónde salen estas ganas de llorar, este asco por mis letras. Ya estoy hastiada de finales felices, de embrollos patéticos, de provocar que esto se vaya con toda la basura que termina en puntos suspensivos cuando mando todo a la mierda...

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